De
entre todo el grano y la no poca paja que se puede encontrar en las redes
sociales, circula estos días un mensaje masivo que pone, a mi entender, un
punto de sentido común en el panorama que se abre de aquí al 26 de junio.
Después del vodevil representado durante los últimos cuatro meses largos por
Pedro Sánchez y sus frustrados –y frustrantes- aliados, que se resume en un
“todos contra el ganador, pero ni por esas nos entendemos”, los ciudadanos piden
en Facebook, en Twitter y por Whatsapp que, ya que han tirado lo de formar
gobierno al vertedero, al menos los partidos no nos llenen los buzones de
basura.
Vamos,
que estamos dispuestos a sacrificarnos y conceder que el pastizal que cuesta
eso del buzoneo –mailing, para los más modernos- se dedique a cosas que a ellos
igual les parecen menos importantes que recibir cartas en las que Rajoy nos
tutea, Pablo Iglesias nos habla de su abuela o Sánchez nos aclara que él
también es un ciudadano. Cosas como la Sanidad, la ayuda a las familias que lo
pasan mal, la investigación y otras
menudencias.
Resulta
bastante absurdo que en la era de las nuevas tecnologías, de Internet, del
e-mail y de las redes sociales, los políticos anden aún discutiendo si suprimen
o no el envío por correo ordinario –nunca mejor dicho, que esto raya la
ordinariez- de las mismas papeletas que encontraremos en el colegio electoral,
acompañadas de cartas y folletos que nadie se lee. Y más absurdo aún que no
hayan llegado, de momento, a ningún acuerdo al respecto porque algunos de esos
políticos siguen convencidos de la utilidad del anticuado buzoneo de
propaganda. Que les gustará lo vintage,
ya ves tú. O que no se habrán enterado de en qué siglo viven, que también puede
ser.
A lo
más que han llegado es a un tímido principio de consenso para reducir o
eliminar las banderolas y vallas, vaya, vaya. Que no sería mala cosa, ¿eh? Porque
lo de ir al volante viendo pasar, una detrás de otra, las caras de todos estos
en tamaño XXL siguiéndote con la mirada yo creo que es hasta temerario. Y luego
resulta que el peligro estaba en el toro de Osborne, que lo quisieron
desahuciar de las carreteras porque suponía un riesgo para la seguridad vial.
No
quisiera pecar de pesimista, pero me temo que dentro de poco la clase política
volverá a hacer ostentación de despilfarro en nuestros buzones, qué poca clase.
Esperemos que, por lo menos, los ciudadanos seamos más sensatos que ellos y
todo ese papel se recicle. Porque los políticos ya se ve que no.