En todo este conflicto que está convirtiendo
a Cataluña en una sombra de lo que fue, hay una cuestión a la que llevo tiempo
dándole vueltas y que no he visto
resuelta en ninguna información o publicación de las que he podido leer sobre
el tema. A saber: el Gobierno de la Generalitat y, en general, los partidarios
de la celebración de un referéndum sobre la independencia, han insistido
siempre en que tal consulta debía celebrarse porque así lo demandaba un 80 por
ciento de los catalanes. Un porcentaje surgido de encuestas difundidas por
medios de comunicación.
Entiendo, por tanto, que para los impulsores
del referéndum las estadísticas reflejadas en los sondeos publicados son
perfectamente válidos para avalar una decisión gubernamental; tan válidos que
justifican, incluso, el incumplimiento de la ley y de los autos de los
tribunales si estos impiden que dicha decisión tan demoscópicamente reclamada se
lleve a cabo.
Pues bien, lo que no acabo de entender
entonces es por qué, si el Govern y sus aliados se apoyan en esas encuestas para
legitimar la celebración del referéndum, no se valen de las estadísticas
reflejadas por el Centre d´Estudis
d´Opinió de la propia Generalitat para dirimir la cuestión de fondo, esto
es, cuántos catalanes quieren la independencia y cuántos no, que es justo para
lo que se quiso hacer la consulta.
En la última ola del Barómetro de Opinión
Política hecho público por el citado centro, cuyas encuestas se hicieron entre
junio y julio pasado –cuando ya se había anunciado la fecha del 1 de octubre
para la celebración del referéndum-, se señalaba que casi la mitad de los
catalanes (un 49,1 por ciento) no querían que Cataluña se convirtiera en un
estado independiente, frente a un 41,1 que sí. Porcentajes que, además, desvelan
un aumento de los contrarios a la independencia (del 48,5 al 49,1) y una
disminución de los partidarios de la misma (del 44,3 al 41,1) y que se sitúan
en un rango similar en los últimos años. Y son datos publicados por la propia
Generalitat, insisto, no por ningún medio de la “prensa española manipuladora”.
De tal manera que, si las encuestas legitiman
la toma de decisiones –como parecen sostener quienes se basan en ellas para
decir que el 80 por ciento de los catalanes quiere un referéndum- ¿para qué
hacer la consulta, para qué crear un conflicto de tan enorme dimensión y no
menores consecuencias al objeto de saber qué quieren los catalanes si ya la
estadística lo ha resuelto? O, más allá, ¿por qué se ve tan imprescindible
iniciar un proceso de independencia si las propias encuestas de quienes lo han
impulsado les dicen que la mitad de los catalanes no la quieren y que, en todo
caso, son mayoría sobre los que sí? Si las encuestas valen para dictaminar que
hay que celebrar un referéndum de independencia, debieran valer también para
dictaminar que la mayoría de los catalanes no quiere esa independencia, por lo
que ¿qué sentido tienen el referéndum y el procés?
Por si, aun con esos datos, quedara alguna
duda sobre el sentimiento de los catalanes en relación con una posible
separación del resto de España, el mismo barómetro indicaba que la mayor parte
de ellos, un 51,2 por ciento, se sentían o solo españoles, o más españoles que
catalanes o tan españoles como catalanes, siendo estos últimos el porcentaje
mayor del total (39,2). Los que se sentían solo catalanes o más catalanes que
españoles apenas superaban el 44 por ciento. Una distancia que se presenta aún
más grande en otro de los trabajos del mencionado Centre d´Estudis d´Opinió, el “Òmnibus de la Generalitat de
Catalunya”, realizado curiosamente en las mismas fechas y entregado el pasado
mes de septiembre. En él se sitúa al primer grupo indicado en un 53,3 por
ciento y al de los que se sienten solo catalanes o más catalanes que españoles
en un 35,5 por ciento. Y da alguna pista más, como que son más los catalanes
que consideran el castellano su lengua propia (42,7 por ciento) que los que
tienen el catalán como tal (35,3 por ciento). Para un 42,3 el castellano es,
además, su lengua habitual, frente al 32,5 para los que lo es el catalán.
Datos no faltan, ya se ve, para pensar que ni
el procés hacia la independencia, ni
el referéndum para iniciarlo pueden justificarse –al menos cuando se planteó y
cuando se anunció su fecha- en los deseos de los catalanes, sino, en todo caso,
en una parte de ellos –habitualmente tomada de forma intencionada como el todo-
que, desde luego, no son mayoría.
Y, por cierto, los estudios estadísticos de
la Generalitat hechos cuando esta ya había puesto fecha al referéndum cifran solo
en un 48 por ciento los catalanes que lo querían aunque el Gobierno central no
lo quisiera. A pesar de lo cual, el Govern
tiró por la calle de en medio. Lo que nos hubiéramos podido ahorrar si hubieran
hecho caso a las encuestas antes.