Lo
que son las cosas, mientras la alcaldesa de Barcelona no quiere celebrar la
Navidad, su vecino de enfrente, en la Generalitat, está armando un belén que
está causando asombro en el mundo mundial. Pero no asombro de “ooohhhhhh, qué
maravilla”, sino asombro de “madre del amor hermoso”, perdónenme la Colau y
todos los podemitas la religiosidad de la expresión.
Un
belén en el que Artur Mas se empeña en ser el Niño Jesús, pero como nadie lo
quiere –o sea, los de la CUP, que no son nadie pero mandan más que Herodes-
pues va a acabar conformándose con ser la mula, el buey o el molinero, al
tiempo. Aunque el papel que mejor está haciendo hasta ahora es el de caganer,
porque mira que lleva tiempo cagándola el tipo.
Y es
que el presidente catalán en funciones ya no sabe qué hacer para que no se le
acabe la función. Dentro del jardín en el que se ha metido por la independencia
esa que hace unos años le parecía un concepto anticuado y hasta oxidado, se
está perdiendo ahora en un regateo que está siendo la envidia de los mejores
mercadillos. “¡Cuatro presidentes, cuatro!” “¡Ni uno ni dos ni tres, cuatro
ofrezco!”, gritaba el otro día vamos, vamos, que me los quitan de las manos. Y
aún no se había puesto el sol cuando rebajó la oferta a un solo presidente pero
con tres grandes áreas de Gobierno, tan mal le estaban yendo las ventas.
Y
así lleva desde las elecciones, cambiando de propuestas como de camisa. Como si
Catalunya fuera un tenderete de bragas a tres euros las-robamos-por-la-noche-las-vendemos-por-el-día-más-barato-que-en-la-mercería
y él lo que es: un presidente de saldo. A ver cuál es el siguiente paso,
miedito me da. Porque a mí, cuando veo que hay titulares nuevos sobre Catalunya,
ya me pasa como cuando cojo una lata de espárragos y leo eso de “abrefácil”: me
temo lo peor.
Eso
sí, mientras los cuperos lo cosen a puñaladas, Arturito sigue lanzando sus
dardos victimistas al Gobierno de España. Que pretende, hay que ver la
desfachatez, que el Govern cumpla las leyes y que la pasta que le da la dedique
a pagar a las farmacias, a la Sanidad y a los proveedores y no se la gaste en
lo que a él le dé la gana, como, por poner un ejemplo, en costear la
independencia que la mayoría de catalanes no quiere. Como para no cabrearse,
oye.
Que,
por cierto, ahora resulta que aquella resolución histórica que aprobó el
Parlament para iniciar el proceso independentista era solo “una voluntad,
aspiración o deseo” sin efectos, según rezan –perdónenme de nuevo los podemitas
y demás progres de postal- las alegaciones que la Cámara catalana ha presentado
al Tribunal Constitucional. ¡¡¡?????!!!!! ¿Qué pasa? ¿Nos estamos acojonando?
Que tiene gracia, por otra parte, que los impulsores de esa resolución que
negaba por escrito la legitimidad y
competencias del Alto Tribunal, acudan ahora a ellas para sus intereses.
Cualquiera los entiende. Lo curioso es que aún haya quien los compre.
Lo
que yo te diga, que Mas ha montado un belén en el que se está liando la
marimorena y en el que hasta la estrella ha perdido el norte, confundida por
una estelada que, por lo que se ve, solo era un deseo. Lo malo es que son los
catalanes los que tienen que cantar los villancicos. Y ya me dirás, entre las deudas, los hospitales cerrando, los
servicios sociales en rojos, las farmacias sin cobrar, las empresas huyendo y
los gobernantes hablando del sexo de los ángeles, como para tocar la zambomba.
Porque
es a los catalanes a los que les cae encima la mierda de este caganer de
pacotilla. Ya quisieran ellos que les cayera la basura espacial, como a los de
Murcia.
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