Después
de que Montoro haya hecho públicos los datos de déficit público de 2015, en los
que se refleja que Cataluña, junto con Valencia, se llevan más de la mitad de
la desviación de todas las comunidades autónomas sobre el objetivo marcado, ya
estoy viendo a los gobernantes catalanes volver a agitar la bandera –estelada,
por supuesto- de culpabilizar a España de lo que para ellos son sus males y
para cualquier mente sensata sus errores. Y solo de pensarlo me aburre.
Hace
mucho tiempo que me aburre la cantinela del “España nos roba” –lo de los Pujol
o lo del tres por ciento se ve que para ellos no llega ni a hurto-, que viene
siendo algo así como el aloe vera: vale para todo.
Vale,
por ejemplo, para tapar que los políticos catalanes son los que más cobran de
toda España. Según un reciente informe de Convivencia Cívica Catalana, cada
parlamentario catalán cuesta 188.000 euros anuales; más del doble que un
senador y un 85 por ciento más que un diputado del Congreso. A eso hay que
sumarle los 116.000 euros por parlamentario que reciben como aportación los
grupos políticos; casi el triple que el
resto de parlamentos autonómicos. La Cámara catalana, además de ser la que más
representantes tiene (135), es la más cara de todas: casi 52 millones de euros
al año.
Y
también los miembros del gobierno de la Generalitat son los mejor pagados de
todas las comunidades. Su presidente, sin ir más lejos, cobra unos 145.000
euros al año, después de que Puigdemont se haya subido el sueldo un 6 por
ciento al recuperar la paga extra a la que había renunciado Mas. Decreto
Loreal: porque él lo vale. Vale, concretamente, un 84 por ciento más que el
presidente del Gobierno central; más que los presidentes de países como Italia
o Rusia; y el doble que la media de los presidentes autonómicos. Que uno se
pregunta si es que en Cataluña los políticos son más guapos, más listos o más
altos.
Y
vale también para tapar el gasto en embajadas, las millonarias subvenciones a
asociaciones y entidades pro independentistas, los gastos del pseudo referéndum
y, en general, de todo el aparato propagandístico destinado a aparentar que los
catalanes que quieren la independencia son más que los que están en contra. Y,
así, claro, no salen las cuentas.
Que
no digo yo que bajándose los humos salariales y otros igualmente crematísticos
se solucionarían los muchos problemas de Cataluña, pero lo que no casa es que
sus dirigentes vivan a cuerpo de rey mientras recortan en Sanidad y en
servicios sociales, pongo por caso. Que se suban los sueldos pero no puedan
pagar a las farmacias. Que su presidente y sus consejeros sean, con diferencia,
los más ricos del país cuando su deuda con ese país es multimillonaria y su
comunidad coquetea con la quiebra.
Y no
casa, desde luego, que le pidan reiteradamente a esa España que ellos ven como
enemigo que les pague el pan mientras ellos compran abanicos.
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