Qué
escándalo lo de la discusión entre Bertín Osborne y Beatriz Montañez en la tele,
oye. Sí, sí, ya sé que fue hace días y que ya se ha hablado hasta el
aburrimiento del tema en los medios y las redes sociales. Pero es que yo no
había visto el video de la polémica hasta hoy. Y es la leche. Es increíble. Es
inaudito. Alucinada estoy con la Montañez y lo que dijo.
¡Que
dijo “transgiversan”, válgame el cielo! Sí, señor, lo dijo. Lo dijo cuando le
reprochó a Bertín Osborne que escuchara demasiado a Alfonso Rojo y a Eduardo
Inda. O sea, cuando se permitió darle lecciones al cantante sobre a quién hay
que escuchar o leer y a quién no, viva la libertad de expresión y de elección.
O sea, cuando se concedió la licencia de clasificar entre periodistas buenos y
periodistas malos según defiendan lo que ella defiende o lo contrario. Porque
ella es una periodista buena. Buenísima, diría yo. Por eso puede decir “transgiversan”
sin que se le mueva ni el flequillo. Y, en cambio, Alfonso Rojo y Eduardo Inda
son periodistas malos que, dijo, “tienen una impunidad mediática alucinante y transgiversan todo”. ¡Y lo dice ella,
que enfatiza lo de “transgiversan” tan impunemente!
Venía
la cosa a cuento de la defensa del Gobierno de Venezuela que ha hecho varias
veces esa Belén Estéban de la política que es Pablo Iglesias, que ya está más
en el candelero que la original y que enfervoriza a sus fans cada vez que le
dice a la casta que se coma el pollo.
Osborne conoce muy bien Venezuela, por lo que dijo; va a menudo, tiene mucha
familia allí y ha tenido incluso relaciones comerciales. La Montañez no. No ha
estado nunca ni conoce directamente lo que allí ocurre. Pero eso no importa. Ella
puede hablar de lo que no tiene ni idea porque es una periodista buena. Incluso
puede enseñarle lo que debe pensar de ello a quien sí tiene idea del tema
porque, por mucho que la tenga, escucha a periodistas malos como Rojo o Inda,
menuda tropa, y eso hay que reconducirlo.
Pero
Beatriz Montañez no solo no tiene idea de lo que pasa en Venezuela, sino que,
al parecer, tampoco tenía idea de lo que había dicho Pablo Iglesias, qué mal se
documentan algunos periodistas por muy buenos que sean. Y por eso le lanzó una
apuesta a Bertín Osborne, de nada menos que mil euros, qué poderío tienen los
periodistas buenos, retándolo a encontrar una sola declaración de Iglesias en
la que alabara al presidente de Venezuela. La apuesta la ha perdido ella,
claro. Internet está llena de intervenciones del politólogo ensalzando a
Chávez, su sucesión y al Gobierno venezolano y poniendo lo que ocurre en aquel
país como ejemplo de que existe alternativa a lo que ocurre aquí, Dios o quien
sea nos libre.
Nada
se sabe del pago de la apuesta. Ella no quiere ni hablar del asunto. Mejor,
porque si lo hiciera, posiblemente diría que se transgiversaron sus palabras. O
se maniluparon. O se defromaron, se retrocieron y se flasearon. O, como poco,
que se malintrepetaron.
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