Bueno,
pues mira, así, a lo tonto a lo tonto, estamos ya metidos en las Navidades. Esa
época del año en la que, con la excusa del nacimiento de Jesús, montamos un
Cristo, armamos la marimorena y organizamos unas fiestas que consisten,
básicamente, en comer, comprar, comprar y comer, qué juerga. Y nos perfumamos. Nos perfumamos mucho. ¿Te
has fijado en que, en estas semanas, de cada cuatro anuncios de la tele cinco
son de colonias y perfumes? Que yo me pregunto ¿a qué olemos los españoles el
resto del año? O, incluso, ¿esperamos a estas fiestas para decirles sutilmente
a nuestros allegados que apestan? Y, sobre todo, si compro una de esas eaus pour homme ¿me incluyen en el
paquete al tío bueno que me hace ojitos desde la pantalla mientras la anuncia? Porque
así ya tenía yo solucionado el regalo de mi propio… ¡y el mío!
En
fin, que son días, estos, en los que los pavos y las cuentas corrientes se
ponen muy tristes y el colesterol se pone muy contento, ¡hala!, menudo fiestón
se corre el tío. Y en los que, brindando y haciendo el payaso con los suegros y
con los jefes talmente como si nos cayeran bien, nos sentamos a la mesa a
primeros de diciembre con la cena de empresa y nos levantamos al acabar el
roscón de Reyes, qué empacho.
Y,
entretanto, regalo va regalo viene, que menuda faena nos hicieron los magos esos
de Oriente abdicando en los padres (y en los tíos, abuelos, hermanos y demás
parientes). Pero, por si eso fuera poca faena, nosotros, que nunca tenemos
bastante, pues nos hemos traído también a Papá Noel y al amigo invisible, que
para no verse hay que ver lo que fastidia. Y es que mira que nos encanta
importar modas, oye; que empezamos con lo de Santa Claus, luego vino lo de
Halloween y, claro, ahora ya no seríamos nadie sin lo del viernes negro, qué
risa de ofertas.
Lo
que sí es muy nuestro es el Día de la Salud. Sí, el 22 de diciembre, ese en el
que la mayoría de nosotros nos resignamos a decir que lo importante es estar
sanos. Que yo este año estoy tentada de hablar con Nicolás –no, con el santo de
la barba blanca no; con el pequeño-, a ver si puede hacerme una gestión para
que la bola de mi número salga del bombo con el premio gordo. Que digo yo que, para alguien que ha engañado
a medio mundo, engatusar a un niño, por muy de San Ildefonso que sea, debe ser
pan comido. Un personaje, este Nicolás que dice que se llama Fran. Pero, anda,
que los que mordieron sus anzuelos falsificados, menudos lumbreras. Y luego los pavos
son los que rellenamos de ciruelas para Navidad. Madre mía, qué belén de país.
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