Desde
luego, está claro que la tranquilidad total no existe. Aunque parezca que no
hay ningún motivo que desmienta que tu vida es todo paz, quiá, siempre hay un
run-run que no permite un descanso completo. Es algo así como un desasosiego de
rutina.
Yo,
por ejemplo, estoy preocupada porque hace al menos una semana que los de
Jazztel no me llaman. ¿Qué habrá pasado? ¿Estarán malos los pobres chicos? ¿Los
habrán despedido a todos porque no he aceptado sus ofertas? No sé, pero casi
estoy por decir que los echo de menos. Y mira que les llegué a coger manía ¿eh?
Hasta me parecían pesados, ya ves, total porque me llamaban todas las tardes,
algunas hasta tres veces, qué mala gente soy. Es que, lo siento, pero me irrita
que el sonido del teléfono me rompa el relax de después de comer. Claro que peor
sería que sonara el timbre de la puerta y me apareciera Rajoy para darme las
gracias, así, sin avisar, qué susto.
También
me he intranquilizado hoy porque he puesto dos o tres veces La Sexta y no estaban
emitiendo las imágenes de Bárcenas saliendo de la cárcel. ¿Se les habrá rayado
el vídeo de tanto ponerlo? ¿Se habrán convencido de que los del PP no se van a
acojonar más por verlo salir muchas veces? Es que, oye, en esa tele ha salido
más veces del trullo Bárcenas en unos días que el Vaquilla en toda su vida, qué
repetidos, más que el Bolero de Ravel. Que sí, que se agradece que varíen un
poco los contenidos y no parezca que emiten en bucle, pero a mí es que los
cambios, así de primeras, pues me descolocan. Ya solo falta que Ana Pastor, la
del Objetivo de los domingos, deje hablar a sus entrevistados, la leche, eso ya
sería una revolución preocupante de verdad.
¿Y
qué me dices de lo de Oleguer, el hijo de Pujol? Que solo tiene diez millones
de euros, pobrecillo. No me digas que no te pone los pelos como escarpias verlo
al pobre chiquillo tan desamparado, con sus padres entre insultos y jueces y él
teniendo que vivir con calderilla, con lo que ha sido esa familia, jó.
Ahora,
que sí, que lo que de verdad ha roto hoy la paz en medio mundo ha sido la caída
de Facebook e Instagram, una catástrofe. Que menos mal que solo ha durado un
par de horas el batacazo, porque, si no, no sé qué hubiera sido de nosotros.
Que hay muchos que se han levantado y se han desesperado hasta llegar al
trabajo porque no sabían qué hacer; ahí, sin poder saludar a sus amigos
virtuales ni colgar las fotos del desayuno, qué sinvivir. Y es que hoy
dependemos tanto de la tecnología que cuando falla estamos como fumadores sin
tabaco, qué ansiedad. Me acuerdo yo de una vez que se cayó WhatsApp y una amiga
estuvo todo el día de morros porque tuvo que darle los buenos días a su marido
en persona, qué mala manera de empezar la jornada.
Imagínate
que no hubieran solucionado el problema y hubiéramos estado todo el día sin esas
redes sociales, no quiero ni pensarlo. A mí lo mismo me daba por ver más rato
la Sexta y hubiera descubierto que siguen colando el video de Bárcenas de vez
en cuando. O, atacada por el aburrimiento, hubiera acabado por llamar yo a los
de Jazztel. O hubiera profundizado en el caso del pobrecito Pujolet, qué
congoja. O me hubiera pegado a la mirilla de la puerta deseando que apareciera
Rajoy para darme las gracias o lo que fuera. De nada, le hubiera dicho, pero
¿sabe usted cuándo van a arreglar lo del Facebook?
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