miércoles, 18 de junio de 2014

DIPUTADOS, SUELDOS Y DIGNIDAD


Lo que me faltaba, oye. Leo que a los diputados del Parlamento de Galicia les da repelús bajarse el sueldo porque quieren un salario digno. La leche. Vaya, que les falta ponerse en huelga y montar una mani con esa pancarta ¿te imaginas?  “Por un salario digno” y todos los diputados detrás, qué estampa.

Lo mismo les parece que les pagamos poco; total, unos 5.000 euros al mes. Vamos, yo creo que eso se pasa de digno ¿no? Sobre todo con la que está cayendo ahora mismo. Que digo yo que, si para esta gente el umbral de la dignidad está en los 5.000 euros, ¿qué es para ellos un mileurista? ¿Un desecho? Y no te digo ya un aspirante a mileurista, que los hay a patadas, lamentablemente.

¿Cómo miden ellos la dignidad? ¿Cuánto más digno es, en euros, ser diputado que ser, pongo por caso, médico, profesor, policía o comercial? O incluso miembro del Gobierno. O, sin ir más lejos, asesor de esos mismos diputados, que, en muchos casos -me consta-, tienen jornadas de trabajo más largas que ellos mismos y no les pagan ni la mitad. Porque sé de más de un parlamentario que aunque cobra por dedicación exclusiva le dedica a su tarea un tiempo más que parcial, no nos engañemos.

Si medimos la cosa en base a responsabilidad, volvemos a lo mismo ¿tienen ellos más responsabilidad que los profesores que educan a nuestros hijos o que los médicos en cuyas manos ponemos nuestra salud? Claro que los diputados tienen mucho estrés. Sí. Ja. Mira, para mí, el verdadero estrés es trabajar tropecientas horas en una empresa o limpiando oficinas o conduciendo un camión y ver que el sueldo no llega ni al día 15, déjate de cuentos.

Pero lo mejor son los argumentos de algunos. Hay uno muy izquierdista, Xosé Manuel Beiras, que para justificar el pastizal que cobra se compara con los banqueros y con los miembros de los consejos de administración de las grandes empresas. Nos ha jodido. Claro, así cualquiera se siente pobre. Bueno, no, cualquiera no. El aspirante a mileurista que se compare con esos no se sentirá pobre. Se sentirá hundido.

Este sujeto –que, por cierto, lleva no sé cuánto tiempo sin aparecer por el Parlamento, eso sí que es un sueldo limpio- dice también que es que los de su grupo destinan buena parte de sus ingresos a mantener su partido. Y vuelta la burra al trigo. Que a mí me da lo mismo en qué se lo gaste, oiga. A mí lo que me preocupa es que ese dinero lo pongo yo y se lo gastan usted y los suyos. Vaya, que a comedores sociales no va precisamente. Aunque, ya que puede prescindir de esa parte de su salario, preferiría que la destinara a otros fines más acordes con lo que usted predica y con el momento actual; o sea, a gente que necesita más el dinero que su partido. Seguro que la encuentra, a poco que busque.

Y, ya, el disparate llega cuando dice que es que su partido no recibe dinero negro. Vaya por Dios, ¿y eso? Y que hay directivos de empresas que eluden a Hacienda declarando una cosa por otra. Vamos a ver, señoría, a mí no me parece que compararse con delincuentes sea la mejor forma de justificar el sueldazo que recibe por no ir a trabajar. Vamos, digo yo.

Y  sigue cuando habla del capital público que se le ha inyectado a la banca y del tema de las preferentes, como si eso solo le afectara a él. Vaya, que para justificar lo que le pagamos por ser diputado aunque no ejerza le ha faltado escudarse en el cambio climático o en el desastroso partido que hizo España frente a Holanda.

Pues muy bien, mire, ahora me quedo mucho más tranquila. Vamos, que viendo lo que hay por ahí y lo que tiene usted que aguantar, cinco mil euracos me empiezan a parecer pocos. De lo que cobro yo ya ni le hablo, no vaya a ser que pierda la dignidad. Y la educación.

A mí lo que me parece es que, ya que les pagamos, lo menos que les podemos pedir a algunos es que sean un poquito dignos. Y se callen la boca.

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