Hace
muchísimos años leí un librito simpatiquísimo sobre el descubrimiento y la
colonización de América –cuyo autor, imperdonablemente, no recuerdo- que decía
que los que llegaron allí no pudieron saber cuántos indígenas había porque no
se estaban quietos y no había forma de contarlos. Pues algo así les debe pasar
a los que se encargan de contar participantes en las manifestaciones. Porque es
que siempre pasa lo mismo, que no es que haya variaciones entre las cifras que
dan unos y otros, es que hay abismos. Y esta última Diada de Catalunya no ha
sido una excepción.
1.800.000
personas había en la “V” dijo la Guàrdia Urbana. Y va la Delegación del
Gobierno y dice ¡hala, hala, bájate de la moto, que no había más de medio millón!,
qué discusión más tonta. Hombre, vamos a ver, que vale, que igual los urbanos
han redondeado un pelín a lo alto, pero que todos hemos visto las imágenes,
señores míos. Y decir que esa marea humana que nos han enseñado desde tantas
perspectivas solo la formaban 500.000 personas, en fin, a mí me parece quedarse
largamente cortos. O, sencillamente, serlo.
Pero,
es que, además, ¿qué sentido tiene recortar ese éxito de convocatoria? ¿Para
qué? Que no pasa nada, hombre. No pasa nada porque Catalunya se haga famosa en
el mundo entero por haber organizado la mayor manifestación nunca vista para
pedirle el divorcio a España. No es ninguna vergüenza ni, por lo tanto, nada
que haya que esconder.
Distinto
sería que todos esos catalanes se hubieran manifestado en contra de una
gestión, la de sus gobernantes, que recorta en Sanidad y Educación muchísimo
más que ninguna otra comunidad autónoma, vamos, de récord total. Que cierra
hospitales como quien cierra en el cinquillo y no puede pagar los servicios
sociales mientras se gasta millones de euros en la aventura esta de
independizarse. Una gestión que ha convertido a su Comunidad en la más
endeudada del país, debiendo casi 62.000 millones de euros, que igual a algunos
les parecerá tema menor, pero yo hay meses que no los gano; la que más empleo
ha destruido –casi la cuarta parte del total de España-; la que tiene los
precios más caros; donde aumenta notablemente el riesgo de pobreza. Una
comunidad que acapara la mitad de la deuda de empresas públicas de todas las
comunidades, que se dice pronto; y casi la cuarta parte de las empresas que han
quebrado en toda España, mientras la inversión extranjera pierde comba respecto
a otros territorios.
Eso
sí que sería vergonzoso, que no es cuestión de airear los trapos sucios por el
mundo adelante. Pero de eso ni hablan, menuda imagen iban a dar, que una cosa
es la independencia y otra la indecencia. No, qué va, los catalanes de la gran
V han salido en las teles y los periódicos de medio universo solo para presumir
de que son muchos los que quieren hacer algo que no es legal, pero que como son
muchos, pues a ver quién los para. Y, además, si me apuras, al final han dado
una imagen, qué te digo yo, muy de folclore español, en plan Lola Flores
pidiendo aquello de “si me queréis, irsen”. O al revés, que la dejen irse a
ella, a Catalunya digo, qué más da. Lo que no se sabe es adónde ni de qué iban
a vivir sin Europa, sin el euro, con ese ritmo de malgasto y con el Barça
jugando contra el Hospitalet, pero eso parece que no les importa.
Pues
muy bien. Pero, una cosita, caso de que se vayan, digo yo que pagarán antes los
miles de millones que el resto de España les ha prestado ¿no? Lo del rescate y
eso. A ver si con todo este mareo de perdiz lo que pretenden esos gobernantes
catalanes que han demostrado ser tan buenos gestores es hacer un “simpa” y si
te he visto no me acuerdo. Porque, efectivamente, una cosa es la independencia
y otra la indecencia.
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