O
sea, que un chiquillo que hace dos días que dejó el pantalón corto se
fotografía con medio mundo y, con poco más que ese aval y su labia, consigue
vivir a cuerpo de rey y sumar un montón de amigos engañando a to quisqui. Pues
ya tiene mérito el chaval. Que todos conocemos o hemos coincidido alguna vez
con un trepa o con alguien cuya máxima aspiración es, sencillamente, ser lo más.
Pero que consigan ese nivel de éxito ya no es tan común. Este es que lo ha
bordado. Con elegancia y finura, como aquel Frank Abagnale Jr al
que Spielberg llevó al cine en “Atrápame si puedes”.
Me
estoy acordando, por ejemplo, de una que conozco yo que también venga a salir
en fotos y actos públicos y ruedas de prensa y, sin embargo, ya ves, lo único
que ha logrado es estar cada día más sola y aislada y caerle mal a la mayoría
de la gente. Bien es verdad que esta falla estrepitosamente en las formas. Vamos,
que elegancia, en fin, pero finura, pues tampoco. Fíjate que por no apearse del
“candelabro” hasta aparece en actos e imágenes que les corresponden a sus
compañeros, en una nueva modalidad de lo que se conoce como “fotos robadas”.
Eso sí, si la cosa luego se complica por las razones que sea –por ejemplo,
porque ella es un hacha complicando las cosas- le pasa el marrón a otro con muy
malas maneras, o sea, con las suyas propias. En cuanto a la labia, pues tampoco
es lo suyo; que no creo yo que Francisco Nicolás se dirigiera a sus embaucados
hablándoles como si fueran niños o tontos. Y así, claro, esta mujer ya no
engaña a nadie. O a casi nadie, que su jefe parece que sigue en Babia a pesar
de que, viéndola actuar, se diría que esta lo que quiere es ser el califa en
lugar del califa, como el visir Iznogud de aquellas entrañables historietas de
René Goscinny. Y es que ya se sabe, “hay gente pa tó”, como dijo el torero.
Pero,
volviendo al pequeño Nicolás y dejándonos de aspirantes a ser lo más de estar
por casa, a mí lo que más me llama la atención del caso es la facilidad que
tenemos en este país para convertir en casi ídolos a personas como él. El chico
no solo ha conseguido su minuto de gloria –o, en versión moderna, ser trending topic-, sino que los medios
están un día sí y otro también sacando su historia por capítulos, hurgando en
su entorno y entrevistando a familiares y conocidos, incluida “la Pechotes”, la
única amiga que, al parecer, no le ha dado la espalda, qué injusta es la vida. Y
las redes sociales están repletas de su rostro en las más variopintas imágenes,
algunas muy divertidas. Cualquier día me lo cuelan en la foto de una rueda de
prensa de la mujer esa de la que hablaba antes, no te digo más.
Debo
confesar que me encanta esa capacidad que tenemos para reírnos de nuestra
propia realidad. Es lo mejor que podemos hacer, sin duda. Al fin y al cabo,
después de ver cómo nos la han pegado los Pujol, los Ratos, los Blesa, los
Griñán, las Malenis, los sindicalistas y los tantísimos etcéteras de todo
partido y condición, ver cómo un niño se la pega a tanta gente poderosa da
cierto gustirrinín ¿que no?
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