Bueno,
pues mientras apuramos el Black Friday este tendremos que ir pensando en
prepararnos para celebrar el solsticio de invierno, como quiere la alcaldesa de
Barcelona. ¿Solsticio? Estulticia, diría yo. O sea, necedad.
Mira
que son modelnos los de las
sucursales podemitas y mareantes, oye. Son lo más. Es que es alucinante la
alergia que le tiene esa gente a las tradiciones y a todo lo que huela a
religión. Y las tonterías que llegan a hacer para aparentar que son rompedores.
Ellos son el cambio y tienen que demostrarlo. Y como lo que tendrían que
cambiar de verdad solo son capaces de empeorarlo, pues se dedican a hacer
lavados de imagen en “cosillas” que el respetable lleva haciendo, por ejemplo,
dos mil años.
Así,
la Colau cambia la Navidad por un solsticio y la Carmena por un carnaval o no
sé qué leches, con ceremonias del kimono, cine coreano, gastronomía árabe,
poesía serbia, castillos inflables y cuentos indios. Todo muy intercultural y
multirracial, que es lo que manda la nueva religión de esta gente. Y, sobre
todo, muy no-navideño, que ya se sabe que a la progresía cualquier cosa que
huela lo más mínimo a incienso le da sarpullido. Aunque sea algo que le guste a
la mayoría, que es otra cosa que también les suele dar alergia.
Eso
sí, en las celebraciones organizadas por estas lumbreras de la política todo
está barnizado con la conveniente pátina del buenismo. Qué gran cosa el
buenismo. Consumo sostenible, compras responsables, juguetes no sexistas,
pacifismo, igualdad, solidaridad y respeto, sobre todo mucho respeto. Que tiene
gracia que aboguen por el respeto la alcaldesa que tiene de jefa de prensa a
una tía que presumió de mear en la calle y la que tiene de portavoz a una que
asaltó una iglesia.
Mira
que yo no soy muy navideña. Que a mí, aunque al final disfruto las Fiestas, así
de primeras la Navidad me estresa. Pero, la verdad, viendo todo esto, me está
resurgiendo el espíritu navideño de tal manera que si por mí fuera ya habría
montado en casa tres belenes y dos abetos con sus bolas y su espumillón. Y llevo
varios días sin parar de cantar villancicos, fun, fun, fun. Hasta me están
entrando ganas de mandar christmas a todo el mundo, no te digo más.
Es
que no puedo con las moderneces, en serio. Como la del alcalde de A Coruña,
otro de la misma casta. Que va a instaurar los bautizos civiles. Tío, que si
quieres ser laico, no le llames bautizo, hombre. Que el bautismo es el primero
de los sacramentos del cristianismo “con el cual se da el ser de gracia y el
carácter cristiano”, según la Real Academia. Así que un bautizo no puede ser civil
por muy moderno y antirreligioso que tú te empeñes en ser. Estulto, que eres un
estulto. Si lo que quieres es montar una fiesta cada vez que alguien inscriba a
su niño en el Registro Civil, pues móntala. O celebra un solsticio. O una
estulticia, que ya no vendrá de aquí.