En
plena resaca electoral, y mientras los partidos andan a por pactos, los
tertulianos a por explicaciones y las empresas demoscópicas a por uvas, yo, en un
análisis paralelo, me quedo con los muchos comentarios que leo en las redes
sociales y en medios digitales. Y me quedo preocupada.
Mejorable
o no, la democracia es un bien muy preciado que nos costó mucho conseguir. Y
solo tiene una base: el respeto. Respeto a las lícitas opiniones y decisiones
de los demás. Por eso me quedo preocupada ante tan descomunal oleada de
comentarios tachando desde insensatos hasta “subnormales”, o incluso
deseándoles la muerte, a quienes apoyaron al partido más votado y, en menor
medida, al segundo.
Puede
que nuestra democracia no sea perfecta. Pero lo que esos muchísimos comentarios
parecen indicar es que el nivel de madurez de nuestra sociedad es aún muy
imperfecto. Que una cosa es tener mal perder y otra llamar hijos de puta a los
que no votan ni piensan como ellos. O putos viejos de mierda. O catetos, los
más amables. Y no me vale lo de que las redes sociales es lo que tienen. No;
las redes sociales solo son un medio que permite expresar fácil y masivamente
una actitud. Y eso es lo preocupante: la actitud.
Una
actitud que recuerda demasiado a aquellos oscuros tiempos de nuestro país en
los que solo una ideología, una religión o una cultura era la de los buenos y
los contrarios no merecían otra cosa que el paredón. Hay quien insinúa,
incluso, que los votantes del PP no debieran tener la conciencia tranquila. Les
ha faltado decir que irán al infierno por no comulgar con los “salvadores” de
este país de pecado y perdición, como los que no comulgaban con la Iglesia
Católica, la gran salvadora en el franquismo. Cuando autores de ese tipo de
comentarios se alzan como progresistas y defensores de la libertad me echo a
temblar. Y me dan ganas de reír por no llorar cuando esos mismos llaman
fascistas a otros solo porque piensan y deciden libremente.
A mí
también me sorprende que aún haya mucha gente que vote a un partido que
considera Venezuela como el ejemplo a seguir. O que muchos sigan pensando que
la corrupción está solo en el PP mientras lo del PSOE en Andalucía va ya por el
chorro y medio de millones. O que sean tantos los que no recuerdan que las
apreturas de ahora vienen del derroche económico de los de antes. Pero eso
nunca puede ser excusa para insultar a nadie. Ni siquiera escondidos en el
anonimato cobarde de Twitter.
Que
quienes no han visto cumplidas sus expectativas se limiten a buscar culpables
ajenos, o aún se pregunten qué ha pasado, resulta curioso. Pero ese odio
esparcido por las redes y otros foros refleja algo muy grave. Ahí sí que nos
jugamos mucho. Si perdemos el respeto, lo perderemos todo. Y lo de menos será
quién nos gobierne.
En
democracia hace falta madurez. Y, por si alguno no se ha enterado, no tiene
nada que ver con defender a Maduro.