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sábado, 27 de febrero de 2016

LO NUEVO O EL RECAMBIO


Decía Pablo Iglesias que Podemos es el partido que mejor encarna “lo nuevo”. Qué gran cosa esta de “lo nuevo”, oye. Viene siendo algo así como hablar inglés: te abre muchas puertas. Que tú dices “yo soy lo nuevo” y la gente empieza a confiar en ti, a verte como el solucionador de todos tus males y a votarte como quien adora a un mesías. Y, ya, si dices, “yo soy lo nuevo frente a la casta” lo petas.

Según la Real Academia, “nuevo” es lo “distinto y diferente de lo que antes había o se tenía aprendido”. Una definición que a mí no me casa con los de Iglesias y derivados. A saber: Podemos está siendo investigado por posible financiación ilegal; allí donde gobiernan han enchufado a parejas y demás parientes con sueldos poco propios para la progresía; si son investigados o acusados o montan un escándalo pasan de dimitir; los recién elegidos diputados corren a pedir sus 3.000 euros para taxis mientras su jefe presume de que ellos renuncian a todo privilegio… ¿Nuevo? Pues a mí esto como que me huele a naftalina, ya ves.

Pero hay más. En la batalla –llamarle negociación me parece mucho eufemismo- para formar Gobierno, Pablo Iglesias -tercera fuerza-, le exige a Pedro Sánchez –para que gobierne habiendo perdido- la vicepresidencia, la mitad de los ministerios, el control de la tele, cuarto y mitad de secretarías y un apartamento en Torrevieja. Bueno, vale, lo del apartamento no está contrastado, pero al tiempo. De nuevo, nada ídem bajo el sol político.

Por otra parte, escenas como la que protagonizó hace unos días el concejal madrileño Javier Barbero, que vino a decir que el escrache que le hicieron los policías descontentos con su gestión era incitación al odio mientras que los que hacía él antes eran libertad de expresión, me hacen pensar que estos, más que “lo nuevo”, son simplemente un recambio de lo viejo. Recambiar es, dice la RAE, “sustituir una pieza por otra de su misma clase”. Ahí le han dado.

Le han dado a Barbero, que se ha convertido en “casta”, o sea, “grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado por su raza, religión, etcétera”, volvemos a la Academia. Cuando estaba en el otro lado, al ahora concejal le parecía estupendamente libreexpresionista acorralar e insultar a, por ejemplo, Ruíz Gallardón, solo porque tomaba posesión como alcalde. Pero ahora que ha pisado moqueta considera que hacerle lo mismo a él porque no dialoga es algo inadmisible. Lo era tanto en aquel caso –y en tantos casos habidos- como en el suyo. La única diferencia es el recambio de Barbero.

Y le han dado también a todos los de Podemos y asociados que son investigados, han enchufado, se aferran al cargo, disfrutan de privilegios o piden más poder del que les han dado las urnas.

No son nuevos, son recambios. Y son casta, porque se creen una clase especial. Quizá no por su raza ni por su religión. Pero sí por unos cuantos etcéteras.

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