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martes, 27 de enero de 2015

DESASOSIEGO


Desde luego, está claro que la tranquilidad total no existe. Aunque parezca que no hay ningún motivo que desmienta que tu vida es todo paz, quiá, siempre hay un run-run que no permite un descanso completo. Es algo así como un desasosiego de rutina.

Yo, por ejemplo, estoy preocupada porque hace al menos una semana que los de Jazztel no me llaman. ¿Qué habrá pasado? ¿Estarán malos los pobres chicos? ¿Los habrán despedido a todos porque no he aceptado sus ofertas? No sé, pero casi estoy por decir que los echo de menos. Y mira que les llegué a coger manía ¿eh? Hasta me parecían pesados, ya ves, total porque me llamaban todas las tardes, algunas hasta tres veces, qué mala gente soy. Es que, lo siento, pero me irrita que el sonido del teléfono me rompa el relax de después de comer. Claro que peor sería que sonara el timbre de la puerta y me apareciera Rajoy para darme las gracias, así, sin avisar, qué susto.

También me he intranquilizado hoy porque he puesto dos o tres veces La Sexta y no estaban emitiendo las imágenes de Bárcenas saliendo de la cárcel. ¿Se les habrá rayado el vídeo de tanto ponerlo? ¿Se habrán convencido de que los del PP no se van a acojonar más por verlo salir muchas veces? Es que, oye, en esa tele ha salido más veces del trullo Bárcenas en unos días que el Vaquilla en toda su vida, qué repetidos, más que el Bolero de Ravel. Que sí, que se agradece que varíen un poco los contenidos y no parezca que emiten en bucle, pero a mí es que los cambios, así de primeras, pues me descolocan. Ya solo falta que Ana Pastor, la del Objetivo de los domingos, deje hablar a sus entrevistados, la leche, eso ya sería una revolución preocupante de verdad.

¿Y qué me dices de lo de Oleguer, el hijo de Pujol? Que solo tiene diez millones de euros, pobrecillo. No me digas que no te pone los pelos como escarpias verlo al pobre chiquillo tan desamparado, con sus padres entre insultos y jueces y él teniendo que vivir con calderilla, con lo que ha sido esa familia, jó.

Ahora, que sí, que lo que de verdad ha roto hoy la paz en medio mundo ha sido la caída de Facebook e Instagram, una catástrofe. Que menos mal que solo ha durado un par de horas el batacazo, porque, si no, no sé qué hubiera sido de nosotros. Que hay muchos que se han levantado y se han desesperado hasta llegar al trabajo porque no sabían qué hacer; ahí, sin poder saludar a sus amigos virtuales ni colgar las fotos del desayuno, qué sinvivir. Y es que hoy dependemos tanto de la tecnología que cuando falla estamos como fumadores sin tabaco, qué ansiedad. Me acuerdo yo de una vez que se cayó WhatsApp y una amiga estuvo todo el día de morros porque tuvo que darle los buenos días a su marido en persona, qué mala manera de empezar la jornada.

Imagínate que no hubieran solucionado el problema y hubiéramos estado todo el día sin esas redes sociales, no quiero ni pensarlo. A mí lo mismo me daba por ver más rato la Sexta y hubiera descubierto que siguen colando el video de Bárcenas de vez en cuando. O, atacada por el aburrimiento, hubiera acabado por llamar yo a los de Jazztel. O hubiera profundizado en el caso del pobrecito Pujolet, qué congoja. O me hubiera pegado a la mirilla de la puerta deseando que apareciera Rajoy para darme las gracias o lo que fuera. De nada, le hubiera dicho, pero ¿sabe usted cuándo van a arreglar lo del Facebook?

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