Emburciadas

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miércoles, 28 de mayo de 2014

DE ELECCIONES Y FENÓMENOS


 

 

La que se ha liado con las elecciones europeas, oye. Menuda resaca. Y lo que te rondaré. Porque esto da para mucho. Y la verdadera reflexión hay que hacerla ahora y no la víspera, como es tradicional.

Los grandes partidos ya la están haciendo. En uno han echado al líder, así, para empezar. Pero no sé yo si les servirá de mucho, porque, para seguir, han vuelto a lo de siempre, a lo que les ha llevado hasta este punto: a darse de tortas entre ellos, esta vez por la forma en la que van a sustituir al que se ha ido. En el otro dicen que van a cambiar las cosas. Pero, de momento, también se han quedado en otro lo de siempre: ha fallado la comunicación. Vamos, que la culpa la tienen los de prensa, qué gremio más sufrido; que cuando todo sale bien no se acuerda de ellos ni el Tato, pero si las cosas se tuercen, ay amigo, entonces son de lo más útiles. Para señalarlos, vaya.

Y luego está el fenómeno de Podemos. Que podemos decir muchas cosas, pero está claro que es un fenómeno. La plataforma, el tipo que la lidera y los resultados que han obtenido. Pero, por muchas vueltas que se le dé, yo creo que la cosa está clara: la gente está hasta el peluquín de los políticos. De los que les gobiernan y de los que aspiran a gobernarlos con más posibilidades. Y lo ha expresado de la manera más pacífica y democrática posible: dándoles un hostiazo en las urnas. Lo que se llama voto de castigo, vamos.

Lo del voto de castigo no es nada nuevo, acuérdese usted de Ruiz Mateos. Y tampoco es innovadora la seducción ejercida por una imagen de atractiva rebeldía como la que ha sabido rentabilizar el mediático y mesiánico Pablo Iglesias, acuérdese usted de Felipe González. Aquí lo llamativo es que el beneficiario del descontento haya sido un partido tan recién nacido. Pero eso se debe, probablemente, a que el momento le ha sido muy propicio.

Desde luego, el cabreo debe de ser de aúpa para que más de un millón de almas hayan optado, como desahogo, por darle su confianza a una formación cuyo líder defiende las armas, considera que hay que quitarle el poder a los que lo tienen para repartirlo entre todos pero admira a dictadores que se lo quitan al pueblo como Castro o Chávez, y vomita contra los ricos al tiempo que ensalza a alguien como Maduro, que vive a cuerpo de rey mientras los venezolanos lloran de hambre y de falta de libertad. Alguien que habla –esto, confieso, es algo que me ha dejado ojoplática- de “gentuza de clase mucho más baja que la nuestra” a la que llama “lúmpenes” que merecen que les den un puñetazo, como él mismo hizo. O sea, que hay que defender a los pobres pero no a todos, que entre éstos también hay clases. Los defendibles llegan hasta su nivel económico. De ahí para abajo, hostias.

Por eso a mí me parece que gran parte de ese millón sobrado de votos tuvieron únicamente la intención de castigar lo que hay y no la de elegir lo que pueda haber. Porque decir basta ya es muy sano, pero de ahí a pensar que más de un millón de ciudadanos están convencidos de que alguien con tan extraño concepto de la democracia y del bienestar social es la solución a nuestros males hay un abismo.

Entre otras cosas, y ya que somos tan dados a generalizar, convendría no olvidar que Iglesias y los suyos pueden ser vírgenes -políticamente, se entiende-, pero son políticos y, por lo tanto, están expuestos a las mismas tentaciones que el resto. Si han conseguido ilusionar a tanta gente es, en gran parte, porque acaban de llegar. Defraudar es cuestión de tiempo, acuérdese usted de Felipe González.

viernes, 23 de mayo de 2014

SERPIENTES, CULOS Y MULTAS


 

 

Bueno, bueno, bueno. Leo la prensa y me quedo como los bancos. Vamos, que no doy crédito. ¡Una serpiente que sale por un váter y pica a una chica en salva sea la parte! ¡Pobre mujer! Es que ya no puede estar una tranquila ni en lo más íntimo.

Porque, a ver, tú sales al jardín y miras bien por dónde pisas, porque ya se sabe que ahí suele haber bichos. Si pones la tele, puedes encontrarte culebrones. O políticos echando sapos por la boca. Hasta en el trabajo me he encontrado yo alguna víbora con aires de abeja reina. Todo normal. Pero en el cuarto de baño, ¡por Dios santo! Que no puedas relajarte en ese remanso de paz y de aislamiento del mundanal ruido ya me parece el colmo.

A mí es que no se me ocurre mirar dentro del retrete antes de usarlo. A lo más que llego es a echarle un vistazo de reojo al desagüe cuando canto en la ducha, no sea que me salga un inspector de la SGAE y me multe por versionar, muy a mi manera, el My way de Sinatra.

A lo que no se debe mirar ni de reojo es a los radares cuando vamos conduciendo, que te multan por girar la cabeza. Sí, sí, también lo he leído en la prensa, qué mundo más curioso. Diez cayeron en un rato. Que se ve, qué gracia, que uno de ellos quiso salvarse jurando que él lo que miraba era el culo de la rubia que pasaba por la acera. Y le salió rana. “Anda, anda”, le dijo el policía, “encima, machista; como se enteren por ahí te van a freír, como a Cañete”.

Total, que a ese pobre le cayeron cien euracos por mirar un trasero mientras que a la serpiente que mordió uno no la han pillado. Se les ha escapado por el cañete del váter.

jueves, 22 de mayo de 2014

DE CABLES Y TECNOLOGÍA


Dicen que vivimos en la era de la tecnología. Pero de lo que nadie nos advirtió es de que era la tecnología la que iba a vivir en nosotros. Y digo “en” y no “con” porque hoy lo he visto claro. Lo he sufrido en mis carnes, vaya. Que no sé el resto, pero lo que es en mi casa empieza a faltar espacio y la tecnología esa está ocupando el mío.

Es que esta mañana me ha dado por el zafarrancho de limpieza y orden y me he quedado en los cables. No, no es que el esfuerzo con la escoba, la bayeta y la fregona me haya dejado pelada y en el chasis; no, qué va. La cosa es que no me ha dado tiempo ni de pasar el plumero, porque con la tarea de desenredar cordones eléctricos y clasificar cargadores he agotado las horas que pensaba dedicar a lo de limpiar y ordenar. Qué lío, oye, de verdad. Que nada más empezar me encuentro un enchufito de esos tirado en la alfombra del salón y digo yo, como si supiera de esto, este va a ser del Ipad. Y lo pruebo, y que no. Media hora me ha costado averiguar que era del Ipod, mira tú.

Pero peor ha sido cuando he entrado en la habitación de la mayor. Lo que me he encontrado allí, ¡Mother of the beautiful love!  Aquello era de susto. Que yo no había visto tanto cable ni cuando trabajaba en Telégrafos. Yo creo que ni en el Gobierno hay tanto enchufe como había allí. Mira, he empezado a desenredar y a poco más acabo yo misma cableada. Con “l”, porque con “r” ya lo estaba cuando aún no había liberado el de la tablet. Después estaba el del ordenador portátil y el del e-book. Y el del Iphone, que se había liado con el cordón de la lámpara del escritorio. Lo que más trabajo me ha dado, sin embargo, ha sido deshacer el nudo que habían formado los cargadores del netbook, de la e-print, de la tablet, de otro teléfono móvil y del MP3 con los cables del router wifi y del ordenador de sobremesa. Que ha habido un momento que me he dicho, “¿y si los dejo así, todos juntitos como están?”. Pero el lío era tan grande que me ha dado no sé qué. Que lo mismo, he pensado,  llama alguien y suena el netbook, la voz sale por la impresora, la tablet da comunicando y le contesta el MP3 con el Happy de Pharrell Williams. Eso contando con que el wifi no se hubiera fundido, claro.

Un horror, en serio. Yo creo que lo he dejado todo en su sitio, cada oveja con su pareja. Eso sí, una cosa te digo: cuando vuelva mi hija, me la cargo. Bueno, si encuentro el cargador adecuado, que a saber.

miércoles, 21 de mayo de 2014

CÓMO ESCONDER UN CADÁVER


Esto de gozar de tiempo libre tiene su aquel, no te creas. Le da a una hasta por echar un vistazo a las noticias. Y, claro, te encuentras unas cosas que dices tú, pero esto ¿qué es?

Por ejemplo, leo en un periódico un titular que reza “Mil  personas buscan en Google cada mes una solución a `¿Cómo esconder un cadáver?’”. Mil cada mes, ahí es nada. Que yo me pregunto ¿de verdad mil personas cada mes matan a alguien y luego dicen “anda, ¿y ahora qué hago con esto? Voy a buscar en Google”?. No he querido indagar las respuestas, no vaya a ser.

Pero es que, después, pongo la tele y me paro en un programa de las tardes, ese que tiene una presentadora muy guapa pero que parece que está siempre enfadada y que cuando abre la boca te da la sensación de que se va a comer la cámara, el televisor y a una misma. Bueno, pues ese programa. Y sale una criminóloga y dice “las mujeres somos más dulces matando”. Pues me quedo mucho más tranquila, oiga. Ya solo nos falta ser más hábiles para saber dónde esconder el cadáver. Así no le tenemos que preguntar a Google.

Qué cosas se leen y se escuchan, de verdad. Eso me pasa por no entretenerme con la campaña electoral. Y no es que no me parezca importante eso de elegir a nuestros representantes en Europa, no. Pero es que cada vez que lo intento vuelvo a leer o a escuchar lo mismo: que Cañete es un machista porque tuvo una salida de tono que vaya por dios y la Valenciano repite en todas partes lo machista que es Cañete. Y entonces los de Cañete dicen que los de la Valenciano también son machistas y también tienen salidas de tono. Pues claro, hombre; son políticos. Y eso, al parecer, es lo fundamental de las elecciones europeas. Pues a mí me aburre, qué quiere que le diga.

Así que me parece que me voy a quedar con las series televisivas, que entretienen y te hacen reír o llorar, pero de mentira. Y, además, te dejan bien claro desde el principio quiénes son los malos. Y los machistas. Ah, y otra cosa, cuando matan a alguien, saben perfectamente qué hacer con el cadáver.