Bueno,
bueno, bueno. Leo la prensa y me quedo como los bancos. Vamos, que no doy
crédito. ¡Una serpiente que sale por un váter y pica a una chica en salva sea
la parte! ¡Pobre mujer! Es que ya no puede estar una tranquila ni en lo más
íntimo.
Porque,
a ver, tú sales al jardín y miras bien por dónde pisas, porque ya se sabe que
ahí suele haber bichos. Si pones la tele, puedes encontrarte culebrones. O
políticos echando sapos por la boca. Hasta en el trabajo me he encontrado yo
alguna víbora con aires de abeja reina. Todo normal. Pero en el cuarto de baño,
¡por Dios santo! Que no puedas relajarte en ese remanso de paz y de aislamiento
del mundanal ruido ya me parece el colmo.
A mí
es que no se me ocurre mirar dentro del retrete antes de usarlo. A lo más que
llego es a echarle un vistazo de reojo al desagüe cuando canto en la ducha, no
sea que me salga un inspector de la SGAE y me multe por versionar, muy a mi
manera, el My way de Sinatra.
A lo
que no se debe mirar ni de reojo es a los radares cuando vamos conduciendo, que
te multan por girar la cabeza. Sí, sí, también lo he leído en la prensa, qué
mundo más curioso. Diez cayeron en un rato. Que se ve, qué gracia, que uno de
ellos quiso salvarse jurando que él lo que miraba era el culo de la rubia que
pasaba por la acera. Y le salió rana. “Anda, anda”, le dijo el policía, “encima,
machista; como se enteren por ahí te van a freír, como a Cañete”.
Total,
que a ese pobre le cayeron cien euracos por mirar un trasero mientras que a la
serpiente que mordió uno no la han pillado. Se les ha escapado por el cañete
del váter.
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